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Entrar en tu habitación, mirar todas las cosas que hay: un armario, una mesita con la que suelen chocar pies dedos por la noche, esa cama en la que últimamente no duermo, la zapatera con todos esos zapatos que apenas utilizas porque, sinceramente, sólo te pones tus preferidos...

Todos los recuerdos que te vienen al ver unos simples objetos porque al fin y al cabo es lo que son, objetos. Pero son tus objetos, son los que están ahí cada vez que te levantas, son con los que has pasado momentos buenos y malos.

Dejar unos minutos de silencio para aceptar la realidad que tienes. Mirar a la nada con el fin de comprender cómo has llegado hasta este punto. ¿Quién sabe?

Despertar de ese momento de total concentración, bajar y volver a subir con cajas y maletas. Empacarlo todo, envolver con plástico las cosas frágiles.... Encontrarte una chapa y recordar ese momento en el que tenías 10 años y te fuiste de excursión con tus compañeros. Pensar en cada instante vivido: las fotos estúpidas que solías echarte, alejarte del grupo y quedarte la última porque te habías distraído.

Seguir metiendo las muchas cosas que te quedan. Pasadas unas horas, mirar tu habitación casi vacía solamente la cama, el armario y la zapatera quedan en pie. "Ya queda menos" piensas.

Eso valen las cosas, nada. Simplemente son recuerdos de ese alguien que vive ahí y que dentro de poco no lo hará. Sólo es una habitación. Sólo es parte de tu historia. Algo tan importante pero que al final repito, no vale nada. 

Toca empezar, de nuevo.

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